Las inmersiones submarinas, los viajes al espacio y las subidas a las grandes cimas, pasando por las visitas a zonas en conflicto o la caza en grandes reservas naturales, forman parte del llamado turismo de élite, un fenómeno que busca nuevas y exclusivas aventuras a precios elevados.
La desaparición de un sumergible con cinco tripulantes que iban a ver los restos del Titanic a unos 600 kilómetros al sureste de la costa de Newfoundland (Canadá), tras el pago de unos 250,000 dólares por persona, han devuelto al primer plano una tendencia que en algunas de sus vertientes moverá cifras milmillonarias, según los especialistas.
Espacio
Desde que en el 2001 el multimillonario estadounidense Dennis Tito pagó 20 millones de dólares a la agencia espacial rusa Rocosmos por viajar al espacio, el turismo orbital se ha convertido en fuente de negocio para las empresas de todo el mundo.
Hasta el 2009 habían viajado más allá de la atmósfera siete turistas –entre ellos, una mujer–, todos acaudalados empresarios que pagaron cada uno entre 16 millones y 35 millones de dólares al canadiense Guy Laliberté.
En los últimos años, compañías privadas como Blue Origin (Jeff Bezos) y Space X (Elon Musk) han desarrollado proyectos de viajes espaciales.
A diferencia de SpaceX, Blue Origin se dedica sobre todo al lado más comercial de los viajes orbitales, es decir, el entretenimiento o el turismo espacial. Su primer vuelo se produjo el 20 de julio del 2021, cuando Bezos hizo un viaje de once minutos acompañado por su hermano Mark, la piloto de 82 años Wally Funk y Oliver Daemen, un estudiante neerlandés de 18 años hijo de un multimillonario que pujó en una subasta abierta por el asiento en la New Shepard.
Otra compañía de turismo espacial es Virgin Galactic, del multimillonario Richard Branson, quien viajó al espacio a bordo del avión VSS Unity –ascendió hasta 80 kilómetros sobre la superficie de la Tierra– el 11 de julio del 2021.
La empresa anunció que comenzará sus vuelos comerciales al espacio a finales de junio, y a partir de agosto espera tener en marcha un servicio mensual para clientes privados.
Un informe de la financiera suiza UBS del 2019 prevé que los vuelos comerciales al espacio exterior podrían convertirse en una industria de 23,000 millones de dólares en el 2030.
El llamado turismo subacuático abarca un extenso abanico de opciones: desde estancias de lujo en un submarino con paredes de cristal hasta excursiones de buceo entre restos arqueológicos del fondo marino.
Guerra y desastres
En el turismo de guerra el atractivo consiste en llegar hasta zonas en medio de un conflicto armado o un desastre natural, o bien viajar a ciudades con vestigios recientes de estos, en la búsqueda de emociones extremas.
En el 2022, el político canadiense Dominic Cardy viajó a Ucrania en sus vacaciones y subió a las redes sociales zonas que habían sufrido bombardeos y daños por parte del ejército ruso.
Vietnam y algunas zonas de Colombia son otros destinos que empresas de turismo ofrecen para conocer de primera mano las “heridas” de conflictos ya pasados.
Cimas
El boom del Everest ha hecho del montañismo un negocio lucrativo desde que sir Edmund Hillary y el sherpa Tenzing Norgay hicieron cima por primera vez en 1953.
Por entonces se trató de una gran expedición, pero se necesita como mínimo 30,000 dólares para conquistar el Everest.
El recorte de los costos lleva a guías menos calificados, equipamiento de menor calidad y pobres medidas de seguridad.
Mientras el número de montañistas se ha duplicado en una década, el de sherpas no ha seguido ese paso. Los reclutas sin preparación que a menudo solo habían llevado equipamiento hasta los campamentos más altos ahora están encargados de hacer cima con clientes.
Pese al riesgo, alcanzar las grandes cimas se ha convertido en una atracción turística que en otras montañas puede oscilar entre los 38,000 y 147,000 dólares por persona.
Safaris
En febrero del 2020, Botsuana, el país con más elefantes del mundo, celebró su primera subasta de cuotas para la caza de estos paquidermos desde que levantara la prohibición de perseguirlos en mayo del 2019.
Los ‘paquetes’ de caza, de 10 elefantes cada uno, podían adquirirse por empresas registradas en Botsuana capaces de pagar una fianza reembolsable de unos 18,000 dólares.
La prohibición de comerciar con marfil de elefante africano está impuesta desde 1990, en virtud de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (Cites).
De acuerdo con Forbes, que emplea datos de mayo de la plataforma TravellersElixir, los tres destinos más caros del mundo son el principado de Mónaco, la isla caribeña de San Bartolomé y Gstaad, turística localidad en los Alpes suizos.
En defensa de los viajes espaciales privados
Para sus numerosos detractores, el turismo espacial no es más que viajes de diversión para los multimillonarios del planeta que solo empeoran la crisis climática. Pero este sector emergente también tiene defensores que aseguran, sin totalmente rechazar las críticas, que esta industria también puede traer beneficios.
El primer argumento es que, además de sus pasajeros, los vuelos espaciales privados pueden enviar al espacio experimentos científicos.
El turismo espacial y el sector espacial privado también actúan como un vector de innovación para mejorar la fabricación de todo lo relacionado con el espacio. Las agencias gubernamentales, que operan con el dinero de los contribuyentes, se mueven con cautela, mientras las compañías como SpaceX –de Elon Musk– no se preocupan por hacer estallar prototipos hasta llegar al correcto, acelerando sus ciclos de desarrollo.
El último argumento tiene que ver con el clima. Muchos de los que han observado la Tierra desde el espacio se han mostrado profundamente impactados por lo frágil que parece el planeta, y abrumados por el deseo de protegerlo.
Datos
450,000 dólares vale el boleto para viajar al espacio en el Virgin Galactic.
125,000 dólares es el valor del safari Emirate Executive para una aventura por África.