Considerado uno de los mejores tenistas y deportistas de la historia, Rafael Nadal analiza el momento del adiós de una inmensa carrera, que se ha visto ensombrecida por las constantes lesiones que lo alejan de los campos de juego.
Tras permanecer cuatro meses sin jugar por una dolencia, Nadal anunció que no competirá por su 15ª corona en Roland Garros y añadió que dedicará lo que resta del curso a descansar y prepararse para el 2024, que será “probablemente el último año”.
“Al día de hoy se hace imposible, con lo cual en este momento no voy a poder estar en Roland Garros”, explicó el rey de la tierra batida en Manacor (Mallorca).
Nadal, que el 3 de junio cumplirá 37 años, explicó también que su estado físico tras la lesión que arrastra desde enero le empuja a poner “un punto y aparte” en su carrera antes de afrontar en el 2024 la que posiblemente será su despedida del circuito profesional.
“Este sería mi objetivo: intentar parar para encarar probablemente el último año de mi carrera deportiva con al menos las garantías de poder disfrutarlo”, explicó.
A pesar de sus recurrentes dolores, y unos últimos años que calificó de “complicados”, el mallorquín luchará para despedirse empuñando su raqueta.
“No me merezco terminar así, creo que me he esforzado lo suficiente durante toda mi carrera deportiva como para que mi final no sea hoy aquí en una rueda de prensa”, aseguró.
Formación fuerte
Hijo de una comerciante y de un empresario de Manacor, la tercera ciudad de Mallorca, isla a la que lleva unido toda su vida, Nadal pasó toda su infancia en el inmueble donde se alojaba toda la familia.
Dos de sus tíos tuvieron una importancia capital en la formación del tenista: Miguel Ángel Nadal, futbolista del FC Barcelona en los años noventa, que le hizo ser consciente desde pequeño de las exigencias del deporte profesional, y sobre todo Toni, su mentor a la edad de 4 años y hasta el 2018, cuando su compatriota Carlos Moy, otrora N° 1 mundial, pasó a entrenarlo.
Con la tutela de Toni, el entrenador “más severo que uno pueda imaginar”, el joven prodigio comenzó a jugar en el club de tenis enfrente de la residencia familiar. “Me metía una gran presión, utilizaba un lenguaje brutal, a menudo gritaba; tenía miedo de él”, llegó a explicar el campeón.
Para Toni, era el precio a pagar para transformar a un niño más bien tímido y temeroso en una bestia de combate en la pista. Pero a la vez en un auténtico caballero. Además de sus títulos, Nadal puede estar orgulloso de ser uno de los pocos tenistas, sino el único, en no haber lanzado nunca su raqueta en un gesto de rabia y en no haber tenido nunca un comportamiento irrespetuoso, ya sea contra un rival, un juez o el público.
Hombre normal
La clave del éxito de Nadal está sobre todo en su mentalidad, en esa “capacidad de aceptar las dificultades y superarlas, mucho mayor que en la mayoría de los rivales”, admite el propio tenista.
Puede decirse que su mayor enemigo ha sido su propio cuerpo. En el 2006, cuando iniciaba su carrera como profesional, pensó que tendría que dejar el tenis cuando le diagnosticaron el síndrome de Müller-Weiss, una malformación congénita en un hueso de su pie izquierdo que lo obligó a jugar con unas plantillas especiales y calzado personalizado.
Su lista de lesiones es casi tan larga como la de sus éxitos y sus problemas en las rodillas y en una muñeca le apartaron del circuito durante largos períodos, el último desde que fuera eliminado en la segunda ronda de Australia en enero por un problema en el iliopsoas de la pierna izquierda.
Este deportista inmensamente rico y famoso en todo el mundo, se presenta como un tipo normal, cuya mayor afición es salir de pesca con sus amigos de toda la vida, ver partidos de fútbol (es seguidor del Real Madrid) y pasar tiempo con su esposa, Francesca.
128 millones de dólares solo en premios ganó Nadal.