Fiel al principio de mantenerse unidos, como los granos de una mazorca, el movimiento indígena de Ecuador se precia de su poder para hacer tambalear gobiernos. Pero hay un costo a pagar: una hostilidad que, según sus dirigentes, crece hasta el racismo.
Quito, Ecuador
AFP
Durante recientes protestas, en Quito -una ciudad mestiza- hubo contramarchas de ciudadanos de clase media y alta que rechazaban las manifestantes de indígenas en la capital, los episodios de violencia y la paralización de servicios, que duraron 18 días.
"Hay un racismo que se ha exacerbado desde 2019", cuando violentas protestas contra la eliminación de subsidios de combustibles dejaron 11 muertos y más de 1.000 heridos, afirmó Leonidas Iza, presidente de la poderosa Confederación de Nacionalidades Indígenas (Conaie).
Las últimas manifestaciones, las más prolongadas en la historia de la organización, dejaron seis fallecidos, entre ellos un militar, y al menos 600 heridos, entre uniformados y civiles.
"Hay sectores que simplemente nos dicen vandálicos (...) No se mira que esa lucha se hace por las condiciones diarias de la vida y los más jodidos somos los indígenas", agregó el máximo líder nativo. De los 17.7 millones de habitantes de Ecuador, al menos un millón se identifica como indígenas, que están divididos en 13 nacionalidades.
Marginados
La pobreza en el país alcanza un 27.7 % de la población y la extrema pobreza un 10.5 %. Las zonas rurales, con mayor presencia indígena, son las más vulnerables, según datos oficiales.
"En los sectores más acomodados hay un aumento del racismo que siempre está soterrado y reemerge en este tipo de coyunturas", dice Pablo Ospina, historiador y antropólogo de la Universidad Andina Simón Bolívar. Aquí hay una polarización entre pobres y ricos".
Los ricos no sienten de la misma manera el alza de los precios y la desesperación económica. En cambio, los pobres se sienten identificados" con los reclamos de la Conaie, que encabezó las manifestaciones, agrega Ospina.
A su salida de la ciudad el jueves, tras firmar un "acta de paz" con el Ejecutivo que incluye la reducción de precios de los combustibles más utilizados en hasta 8%, Iza fue despedido como héroe.
En días anteriores, en las calles de un barrio de clase media y alta algunos gritaban "Fuera Iza, fuera". Para Alejandro López, doctor en Historia de los Andes, desde "una mirada paternalista, es bueno el indígena que no se levanta en contra de lo que considera correcto y es malo cuando se levanta en contra de mis intereses".
Sin desconocer la violencia y daños que han dejado las protestas, este catedrático de la Universidad Católica de Ecuador opina que hay un discurso para "construir al movimiento indígena como un movimiento anárquico en el sentido peyorativo de la palabra, un movimiento vandálico".
Y que con la profundización del racismo "perdemos (todos) nosotros y finalmente somos nosotros los que tendremos que reconstruir este tejido" social.